Desde que soy pequeño, me di cuenta rápidamente de un fenómeno natural que da vida a la tierra. La lluvia. Pasaron algunos años para tener la desafortunada claridad de entender por qué, eliminando especulaciones muy interesantes.
Para entonces, pude ver que Quito es una ciudad está hecha para el invierno. Las montañas se ponen verdes, el cielo gris tiene sentido junto al color de las piedras del Centro.... todo está pensado para el invierno. Sino, consúltelo con su closet.
El verano, salvo por las cometas, artefacto por demás increíble, es un estado artificial. Quito no es una ciudad amarilla, y el humo forestal le sale sobrando, teniendo en cuenta el smog.
Hasta que no pude vivir en otra ciudad, no pude comparar la mía. Quito es sencillamente espectacular. Te obliga a vivir entre el amor (cuando sales en la mañana y ves las montañas arrugadas por la luz del sol) y el odio (cuando un ladrón te rompe la nariz un domingo en la Mariscal). Nuestro sol es de verdad, incendia los colores, quema la cabeza, es un sol sincero (para pesar de algunos fotógrafos).
Cuando llueve, Quito vuelve a su estado natural. El cielo es gris, las piedras brillan, los pocos sapos sobrevivientes se farrean las tardes, el aire se limpia, y el frío te recuerda la realidad de los 2800 metros. Las quiteñas sin duda se ven mejor mojadas, con el liso arruinado, casi casi en su estado natural.
En todas las ciudades del mundo llueve. Luego de ver un par de ciudades más, la conclusión es clara: en Quito no llueve, Quito llueve. Llueve desde adentro, desde las hojas caídas por el granizo, desde las iglesias curuchupas del Centro, desde la cara de la niña que salta feliz un charco, desde los barquitos que navegan en los bordes de las veredas.
Quito llueve. Se siente adentro.
Para entonces, pude ver que Quito es una ciudad está hecha para el invierno. Las montañas se ponen verdes, el cielo gris tiene sentido junto al color de las piedras del Centro.... todo está pensado para el invierno. Sino, consúltelo con su closet.
El verano, salvo por las cometas, artefacto por demás increíble, es un estado artificial. Quito no es una ciudad amarilla, y el humo forestal le sale sobrando, teniendo en cuenta el smog.
Hasta que no pude vivir en otra ciudad, no pude comparar la mía. Quito es sencillamente espectacular. Te obliga a vivir entre el amor (cuando sales en la mañana y ves las montañas arrugadas por la luz del sol) y el odio (cuando un ladrón te rompe la nariz un domingo en la Mariscal). Nuestro sol es de verdad, incendia los colores, quema la cabeza, es un sol sincero (para pesar de algunos fotógrafos).
Cuando llueve, Quito vuelve a su estado natural. El cielo es gris, las piedras brillan, los pocos sapos sobrevivientes se farrean las tardes, el aire se limpia, y el frío te recuerda la realidad de los 2800 metros. Las quiteñas sin duda se ven mejor mojadas, con el liso arruinado, casi casi en su estado natural.
En todas las ciudades del mundo llueve. Luego de ver un par de ciudades más, la conclusión es clara: en Quito no llueve, Quito llueve. Llueve desde adentro, desde las hojas caídas por el granizo, desde las iglesias curuchupas del Centro, desde la cara de la niña que salta feliz un charco, desde los barquitos que navegan en los bordes de las veredas.
Quito llueve. Se siente adentro.
2 comentarios:
sabes que más que "quito llueve, se siente adentro" me sonó a... "estoy lloviendo"?... q curioso. En lo personal Quito no me gusta mucho sino solo el centro, ya pues, eso de vivir en el valle toda la vida si tiene su influencia. Claro que en Quito están todos los eventos y farras buenas no?, a veces despecha vivir en la "m"... pero ya que... ya me salí del tema..jejeje
Saluditos!!!
Hace poco, un amigo hizo un brindis por la lluvia. Todo el mundo le quedó viendo con cara de asesinato. Claro, después de semanas de agua estábamos temiendo que a Diosito se le haya ocurrido borrarnos del mapa con un segundo diluvio (¡por impíos/as!), y empezábamos a hacer planes para construir el Arca y juntar una pareja de cada especie animal. Mi amigo tuvo que aclarar el tema: “me encanta la lluvia por democrática, porque la lluvia moja a todos por igual”.
Salió el tema de los paraguas, pero eso ya es hilar demasiado fino.
Menos mal que estos días hemos tenido un respiro. Y ahí es que una se convence de que San Pedro debe ser quiteño. ¡Qué viva Quito!
> con el liso arruinado
(gruñido) No me parece divertido…
> Las quiteñas sin duda se ven mejor mojadas
Eso es bueno saberlo…
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