Tal como vivió, se fue llevando en su pequeña cartera los silencios, las palabras no dichas, las miradas profundas cómplices de sus pensamientos.
Mientras todos mirábamos a otro lado, una noche, que ahora parece eterna, juntó su pequeña presencia, su voz grave y precisa, sus pasos, ya lentos, y partió.
Y nos dejó, con más preguntas que respuestas, recogiendo los pedazos de su casa, sus objetos huérfanos de madre… como nosotros.
Ahora, en pleno inventario, vive en cada objeto que dejó, en cada fotografía en dos colores, en cada recuerdo, en cada reunión. Heredamos la música de sus ancestros que son nuestros, la alegría de vivir, el disfrute de las fiestas.
Ahora, nos encontramos con usted en cada fiesta con banda de pueblo, en cada zampoña, en cada rondador que la llore desde su Taita Imbabura.
Ahora, al contrario de ese concierto que vivimos junto, y que nunca olvidaré, no nos basta la bocina… a muerto nuestro sol.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario