15 de enero, 2006, Mi caballito de metal y yo habíamos salido a disfrutar del desempleo, el aire, y la ausencia de humanidad en el Metropolitano. Al regresar a casa, la sorpresa: mucha gente, de esa que carga banderitas rojas, regresaba, asoleada y ligeramente sonriente, por el parque El Ejido. Tres helicópteros rondaban el cielo, y había más policías que en partido del Espoli.
En todas parte, el grito: ¡Dale Correa! Vi la verdad. La campaña, no terminó, solo se traslado ¡por tiempo indefinido!.
Cuando la gente que normalmente lanza piedras en este país (léase, rojito, bandera de la FEUE, camiseta del Che) toma partido por el presidente, hay o habrá problemas. El pueblo confía en el cambio, en la renovación.
Por mi parte, no confío en nada ni en nadie. Correa pacta con Lucio, luego lo insulta en Sumbahua, se toma 5 minutos del discurso más importante de su vida para alabar a la ex de su rival, el Congreso sigue amarrando, igual que el año pasado, Freddy Elhers se palanquea un puesto desde el mejor programa de la televisión, Carlos Vera se viste de verde, el país no ha cambiado.
Una sola cosa: que los parlantes que gritan ¡Dale Correa! dejen vivir en paz.
(1) el único objetivo de esta cita es que usted, estimado/a lector/a, asuma que soy inteligente.
2 comentarios:
Al cadalzo con el, entonces
a La Horca, mejor :-)
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