Durante muchos años, y como un acto de ignorante rebeldía (confirmando aquel dicho de “la ignorancia es atrevida) renegué de todo lo que sepa a España. Estos sinvergüenzas habían venido a mi tierra, mataron a mi gente y saquearon mis riquezas. No celebraba las Fiesta de Quito, y me alejaba de las guitarras.
Pronto se abrió la mente. Y la abrió un español, gitano más bien: Paco de Lucía. Fue Paco (lo digo así porque ya lo considero mi amigo) el que abrió la puerta del flamenco. Entonces pensé que por ahí, en algún lado del mestizo que soy, debe haber un español (y ojalá sea gitano, que ni es lo mismo ni es igual) que gusta del buen vino, de los quesos finos, la paella, Goya y Miró, Camarón de la Isla, Tomatito...
Junto con ellos se descubre todo un arte, heredero de los siglos que estuvieron los árabes en España (que también deambulan en el arte mudéjar de las iglesias quiteñas), que creo, se define con dos palabras: fuerza y sensualidad.
Entrevista a Tito Lozada, que estuvo en Quito. Los gitanos creen en el Duende. Este personaje, que no se encuentra siempre, vaga por las ciudades y los tablaos de todo el mundo. Al decir de Tito, él lo encontró en Japón y en las calles de Quito (comparto la apreciación: hay algo en Quito, sobre todo en el Centro, que te llena el espíritu, a pesar de tener que cuidar los bolsillos mientras lo visitas).
Los gitanos llegan al Teatro. Lo primero que hacen es ir a escena. La buena noticia, el Sucre tiene Duende. Pero ¿Quién es el Duende? Este ser mítico, es muy amigo de la música. Cuando se llega al máximo nivel de interpretación, vocal, instrumental o de baile, es porque El Duende se apodera del artista. Entonces entra en un estado de trance, y es capaz (mezclado con el Duende) de hacer magia.
Teatro Sucre, viernes en la Noche. El cartel, Tito Lozada y los Lozada, siendo Tito el patriarca de una familia de deambula por el mundo creando esta magia. Teatro al 75%, sobreoferta de espectáculos en plenas fiestas de Quito. Tito entra al escenario, solo con su guitarra al hombro, se refugia en una luz, saca su guitarra del estuche, y le arranca algunas notas. En ese momento, un grupo de gente, entre 20 personas, entra a escena: dos espejos, muchas sillas, dos lámparas... todos en traje informal, jeans, camiseta, zapatos de goma. Tito los saluda con cariño, todos parecen viejos amigos. De pronto, las guitarras. Todos toman posición, y comienza el show. El concepto es claro, que el público vea un ensayo, o se haga una breve idea de cómo es. El Duende ronda, está cerca.
Intermedio. Al regreso, el escenario cambia. Ahora solo una gran tela de fondo, sillas frente al público, y 4 bailaoras: vestidos llamativos, muy ceñidos hasta la cadera, y abiertos hacia abajo. 3 bailaores: terno de gala negro o blanco.
Mari (lo sabemos por los gritos de los cantaores) saca fuego del tablao. A la mitad de su interpretación, alza su falda sobre las rodillas. No sonríe, baila con ímpetu, reta al público... es claro: Tiene al Duende. Regresa hacia las guitarras, coquetea, parece darles vida con sus pies.
Manolo, hace la parte masculina del baile. Más discreto, entra al tablao bien peinado. Un baile hecho a su medida, la fuerza del hombre varía el lenguaje del baile, desafía a la audiencia, por momentos quiere salir del tablao. La platea femenina suspira.
Para terminar, violín, descarga de guitarras, laúd, la caja y percusión. Se suman a Manolo todos los bailaores, bailan en círculo, en parejas, ellas se acercan, retan y huyen. Ellos persiguen, proponen. El baile está cargado de sensualidad, aunque ellos jamás se tocan. De pronto se vuelven un gran grupo, las guitarra rompen al baile, el violín habla, el tablao se une a la percusión, y los cantos lastimeros... El Duende está en todas partes. Redoble de tablao, final. Tito Lozada sale solo, toca unas notas, guarda su guitarra en el estuche, y se marcha. El Duende está ahora en el publico, que se queda con ganas de ver más.
Pronto se abrió la mente. Y la abrió un español, gitano más bien: Paco de Lucía. Fue Paco (lo digo así porque ya lo considero mi amigo) el que abrió la puerta del flamenco. Entonces pensé que por ahí, en algún lado del mestizo que soy, debe haber un español (y ojalá sea gitano, que ni es lo mismo ni es igual) que gusta del buen vino, de los quesos finos, la paella, Goya y Miró, Camarón de la Isla, Tomatito...
Junto con ellos se descubre todo un arte, heredero de los siglos que estuvieron los árabes en España (que también deambulan en el arte mudéjar de las iglesias quiteñas), que creo, se define con dos palabras: fuerza y sensualidad.
Entrevista a Tito Lozada, que estuvo en Quito. Los gitanos creen en el Duende. Este personaje, que no se encuentra siempre, vaga por las ciudades y los tablaos de todo el mundo. Al decir de Tito, él lo encontró en Japón y en las calles de Quito (comparto la apreciación: hay algo en Quito, sobre todo en el Centro, que te llena el espíritu, a pesar de tener que cuidar los bolsillos mientras lo visitas).
Los gitanos llegan al Teatro. Lo primero que hacen es ir a escena. La buena noticia, el Sucre tiene Duende. Pero ¿Quién es el Duende? Este ser mítico, es muy amigo de la música. Cuando se llega al máximo nivel de interpretación, vocal, instrumental o de baile, es porque El Duende se apodera del artista. Entonces entra en un estado de trance, y es capaz (mezclado con el Duende) de hacer magia.
Teatro Sucre, viernes en la Noche. El cartel, Tito Lozada y los Lozada, siendo Tito el patriarca de una familia de deambula por el mundo creando esta magia. Teatro al 75%, sobreoferta de espectáculos en plenas fiestas de Quito. Tito entra al escenario, solo con su guitarra al hombro, se refugia en una luz, saca su guitarra del estuche, y le arranca algunas notas. En ese momento, un grupo de gente, entre 20 personas, entra a escena: dos espejos, muchas sillas, dos lámparas... todos en traje informal, jeans, camiseta, zapatos de goma. Tito los saluda con cariño, todos parecen viejos amigos. De pronto, las guitarras. Todos toman posición, y comienza el show. El concepto es claro, que el público vea un ensayo, o se haga una breve idea de cómo es. El Duende ronda, está cerca.
Intermedio. Al regreso, el escenario cambia. Ahora solo una gran tela de fondo, sillas frente al público, y 4 bailaoras: vestidos llamativos, muy ceñidos hasta la cadera, y abiertos hacia abajo. 3 bailaores: terno de gala negro o blanco.
Mari (lo sabemos por los gritos de los cantaores) saca fuego del tablao. A la mitad de su interpretación, alza su falda sobre las rodillas. No sonríe, baila con ímpetu, reta al público... es claro: Tiene al Duende. Regresa hacia las guitarras, coquetea, parece darles vida con sus pies.
Manolo, hace la parte masculina del baile. Más discreto, entra al tablao bien peinado. Un baile hecho a su medida, la fuerza del hombre varía el lenguaje del baile, desafía a la audiencia, por momentos quiere salir del tablao. La platea femenina suspira.
Para terminar, violín, descarga de guitarras, laúd, la caja y percusión. Se suman a Manolo todos los bailaores, bailan en círculo, en parejas, ellas se acercan, retan y huyen. Ellos persiguen, proponen. El baile está cargado de sensualidad, aunque ellos jamás se tocan. De pronto se vuelven un gran grupo, las guitarra rompen al baile, el violín habla, el tablao se une a la percusión, y los cantos lastimeros... El Duende está en todas partes. Redoble de tablao, final. Tito Lozada sale solo, toca unas notas, guarda su guitarra en el estuche, y se marcha. El Duende está ahora en el publico, que se queda con ganas de ver más.
2 comentarios:
y yo me lo perdí... soy un gil. Vamos dos en la cuenta de expectáculos perdidos.
Que tal Freddy, como primero gracias por visitarme y comentar..
Me parece que ese fue un gran espectáculo, realmente hubiera querido estar por ahí. Yo a lo que me quería referir en mi post en relación a la música española y flamenca, como primero no es que esté en contra de los españoles ni mucho menos es más existen tantas cosas re del puctas de ellos, sino que cuando son las fiestas de Quito, existe un bumm de este estilo de música que si bien por tradición esta arraigada en muchas quiteños, esto no representa a toda la ciudad… Que bueno que existan este tipo de espectáculos durante todo el año, y no solamente por las fiestas, lo que hace es convertirse en una moda nada más como todo el resto de las fiestas
Saludos mi hermano, y siempre serás bienvenido por mi blog
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