viernes, diciembre 22, 2006

10 normas del Transporte Público


Serie Criaturas Urbanas #1

Para los que frecuentamos el transporte urbano tradicional es común encontrar estos personajes. Los profesionales del volante, seres a los que confiamos nuestro transporte, y su entorno, el bus, son Criaturas Urbanas por excelencia.

Si se tiene un poco de paciencia y buen ojo, se concluye fácilmente que un bus urbano es la esencia misma de la cultura. Un lugar donde se encuentran Yayita (la novia de Condorito) y el Niño Jesús de Praga, merece mi personal atención.

Pero más allá de estos pincelazos de la cultura popular material ecuatoriana, un bus tiene varias dinámicas. Una de las peores, casi insufrible, es la hora pico. Este concepto, conocido por todos, se expresa entre las 6:30 y las 9 de la mañana, reaparece brevemente al medio día, y tiene su clímax entre las 5 y las 8 de la noche. Es la hora en la que el busero es el rey.

Personajes

Dentro de este micro habitad llamado bus, hay dos claros protagonistas:

El busero, o chofer del bus, hombre que normalmente ha comprado su título de chofer profesional, resultado de un proceso social terrible. Su pago es por horas, y depende de la cantidad de personas que logre llevar. Su horario de trabajo, en su afán de hacer más dinero, se extiende entre las 5 de la mañana u las 8 de la noche, tiempo durante el cual aspira el plomo que genera su propio gremio. Bajo estas condiciones, es apenas lógico un ser huraño, grosero y hasta agresivo. Pero su oficio trae consigo la venganza: él decide quien llega a tiempo y quien no, con solo permitir el acceso a su unidad.

El controlador, escalafón más bajo que busero, trabaja bajo las misma condiciones que su compañero. A la vez, es cajero, se encarga de “arreglar” problemas con la policía, arrear a los usuarios del medio de transporte, y sus indicaciones son responsables del 50% de las infracciones que el busero comete. Es un galán popular, al tener mayor posibilidad de contacto con el sexo opuesto que su compañero, con estrategias que van desde la sutileza de un sonido indeterminado (algo así como psss, psss) hasta la grosería inmisericorde. Sueña con tener el dinero suficiente para comprar su licencia y ascender a busero.

Las 10 normas.

Una vez identificados los personajes, vamos al grano: las diez normas que rigen el transporte urbano durante la hora pico:

- Siempre cabe uno más: Esta regla debería ser analizada por científicos, pues desafía a la física: ¿es posible que el espacio aparentemente limitado de un bus albergue infinitos usuarios?

- Policía = Peaje: Esta regla se ve reforzada por la ya clásica “Deme pagando la multa”

- “Las calles son MI lugar de trabajo”: esta frase justifica el insultar e irrespetar a vehículos particulares. Si usted no es busero, entonces hace turismo en las calles. Se ve reforzada por la palabra clave “¡dentre, dentre!”

- Pasajero = Costal de Papas: se demuestra con la palabras “alce”, usada para bajar ligeramente la velocidad, permitiendo la subida del usuario en cuestión.

- Sobrevivencia del más fuerte: por selección natural, el sistema de transporte público separa a los débiles: ancianos, discapacitados, mujeres embarazadas, niños, son presa fácil del bus urbano, por lo tanto:

- Si tiene más de 60 y/o es discapacitado, quédese en su casa o ahorre para el taxi, el servicio de transporte público ya no es para usted.

- Si está embarazada, espere a que su niño tenga más de 8 años y usted pueda usar el bus sola.

- Si tiene menos de 15 años, espere entre 1 y 15 años para salir del grupo de riesgo. No albergue la mínima esperanza de pagar la mitad de su pasaje.

- El concepto de proxémica es un mito: como consecuencia de la regla 1, su espacio interpersonal será brutal y constantemente ultrajado.

- Si usted es mujer, aténgase a las consecuencia: de la anterior, se concluye la alta posibilidad de ser tocada indebidamente por el no tan culto personal masculino.

Como conclusión, el bus es un espacio más cercano a las reglas naturales que a la democrática y utópica humanidad. Si usted es de los que no soñamos con tener auto, analice estas normas, y prepárese física y sicológicamente para sobrevivir en uno de los espacios más hostiles de nuestra selva de cemento.

martes, diciembre 12, 2006

El Duende

Durante muchos años, y como un acto de ignorante rebeldía (confirmando aquel dicho de “la ignorancia es atrevida) renegué de todo lo que sepa a España. Estos sinvergüenzas habían venido a mi tierra, mataron a mi gente y saquearon mis riquezas. No celebraba las Fiesta de Quito, y me alejaba de las guitarras.

Pronto se abrió la mente. Y la abrió un español, gitano más bien: Paco de Lucía. Fue Paco (lo digo así porque ya lo considero mi amigo) el que abrió la puerta del flamenco. Entonces pensé que por ahí, en algún lado del mestizo que soy, debe haber un español (y ojalá sea gitano, que ni es lo mismo ni es igual) que gusta del buen vino, de los quesos finos, la paella, Goya y Miró, Camarón de la Isla, Tomatito...

Junto con ellos se descubre todo un arte, heredero de los siglos que estuvieron los árabes en España (que también deambulan en el arte mudéjar de las iglesias quiteñas), que creo, se define con dos palabras: fuerza y sensualidad.

Entrevista a Tito Lozada, que estuvo en Quito. Los gitanos creen en el Duende. Este personaje, que no se encuentra siempre, vaga por las ciudades y los tablaos de todo el mundo. Al decir de Tito, él lo encontró en Japón y en las calles de Quito (comparto la apreciación: hay algo en Quito, sobre todo en el Centro, que te llena el espíritu, a pesar de tener que cuidar los bolsillos mientras lo visitas).

Los gitanos llegan al Teatro. Lo primero que hacen es ir a escena. La buena noticia, el Sucre tiene Duende. Pero ¿Quién es el Duende? Este ser mítico, es muy amigo de la música. Cuando se llega al máximo nivel de interpretación, vocal, instrumental o de baile, es porque El Duende se apodera del artista. Entonces entra en un estado de trance, y es capaz (mezclado con el Duende) de hacer magia.

Teatro Sucre, viernes en la Noche. El cartel, Tito Lozada y los Lozada, siendo Tito el patriarca de una familia de deambula por el mundo creando esta magia. Teatro al 75%, sobreoferta de espectáculos en plenas fiestas de Quito. Tito entra al escenario, solo con su guitarra al hombro, se refugia en una luz, saca su guitarra del estuche, y le arranca algunas notas. En ese momento, un grupo de gente, entre 20 personas, entra a escena: dos espejos, muchas sillas, dos lámparas... todos en traje informal, jeans, camiseta, zapatos de goma. Tito los saluda con cariño, todos parecen viejos amigos. De pronto, las guitarras. Todos toman posición, y comienza el show. El concepto es claro, que el público vea un ensayo, o se haga una breve idea de cómo es. El Duende ronda, está cerca.

Intermedio. Al regreso, el escenario cambia. Ahora solo una gran tela de fondo, sillas frente al público, y 4 bailaoras: vestidos llamativos, muy ceñidos hasta la cadera, y abiertos hacia abajo. 3 bailaores: terno de gala negro o blanco.

Mari (lo sabemos por los gritos de los cantaores) saca fuego del tablao. A la mitad de su interpretación, alza su falda sobre las rodillas. No sonríe, baila con ímpetu, reta al público... es claro: Tiene al Duende. Regresa hacia las guitarras, coquetea, parece darles vida con sus pies.

Manolo, hace la parte masculina del baile. Más discreto, entra al tablao bien peinado. Un baile hecho a su medida, la fuerza del hombre varía el lenguaje del baile, desafía a la audiencia, por momentos quiere salir del tablao. La platea femenina suspira.

Para terminar, violín, descarga de guitarras, laúd, la caja y percusión. Se suman a Manolo todos los bailaores, bailan en círculo, en parejas, ellas se acercan, retan y huyen. Ellos persiguen, proponen. El baile está cargado de sensualidad, aunque ellos jamás se tocan. De pronto se vuelven un gran grupo, las guitarra rompen al baile, el violín habla, el tablao se une a la percusión, y los cantos lastimeros... El Duende está en todas partes. Redoble de tablao, final. Tito Lozada sale solo, toca unas notas, guarda su guitarra en el estuche, y se marcha. El Duende está ahora en el publico, que se queda con ganas de ver más.

lunes, diciembre 04, 2006

El Rey Lagarto


Por siete años viví
en el holgado palacio del exilio
jugando extraños juegos
con las niñas de la Isla.

Hoy he venido nuevamente
a la tierra de lo justo, lo fuerte y lo sabio.

El Palacio del Exilio
En
La Fiesta del Lagarto
Por James Douglas Morrison


De vez en cuando, en la historia de la humanidad, nace un ser distinto. Este individuo no entiende la moral, y considera necesario repasar, siempre que haya oportunidad, los siete pecados capitales.

Lejos de lo deseado y lo decente, a este individuo mamá no pudo convencerlo de ser “una persona de bien” cuando grande. Se desvió. Los sicólogos, preocupados, hacen perfiles y rompen sus cabezas para entender por qué sus objetivos no son “normales”. Hablando en términos muy quiteños, no sueña en tener casa en El Valle (cualquiera de los dos), carro 4x4, novia rubia y perro Golden Retriever.

Si este extraño ser, además cuenta con un don, como leer y escribir buena literatura y se junta con otros locos similares a él, entonces nace un mito.

James Douglas Morrison (para el mundo, solo Jim) era uno de esos seres extraños. Escribía a sus fantasmas, mientras estudiaba cine en Los Ángeles. Por ahí se cruzó un musicazo, Manzarek. Había nacido The Doors. En plena época de las flores, en donde las drogas eran como caramelos, Morrison fue uno de los pocos que entendieron, por su contacto con indios americanos, el significado ritual de la droga, como medio para alcanzar otras percepciones y realidades. Este valor de las drogas, más allá del vicio o la novelería, es aun entendido en tierras americanas por unos pocos Yachaq. Pero esto es motivo de otro artículo.


Hermanos y hermanas del Pálido Bosque
muchachos de la Noche
quien entre ustedes correrá con la caza?

Ahora la Noche llega con su legión púrpura
retírense ahora hacia sus carpas y hacia sus sueños
mañana entraremos a mi pueblo de nacimiento
quiero estar preparado.

El Palacio del Exilio
En
La Fiesta del Lagarto


Morrison bailó siempre alrededor de la muerte. Iba al desierto con sus Doors, se drogaba, tenía visiones, y escribía poemas y canciones. Esto está en sus textos. Al igual que otras felices víctimas del dios Rock, debía morir joven y dejar un cadáver hermoso. Sus conciertos podían convertirse en feroces orgías, y sus músicos debían improvisar, ya que según Jim, el espíritu de un sabio indio se apoderaba de su cuerpo durante sus presentaciones.

Para ser coherente con sus ideas, murió joven, ahogado en una tina en Paris. Sus fanáticos lo visitan felices en el cementerio de esta ciudad, junto a Balzac y otros grandes. Más de una pareja se detuvo a hacer el amor sobre su tumba, como un rito, hasta que la policía tuvo que tomar medidas.

Desde entonces el Rey Lagarto ha caído, como otros mitos, en camisetas, graffitis y otros recuerdos que vuelven rentable su rebelde imagen. Si usted lo prefiere, compre uno de sus libros, escuche The End (casi 12 minutos de densa y magnífica música, hablando de Edipo y sus complejos), o mire la película (con cuidado, que refuerza el mito y en más de una ocasión da para pensar que Morrison estuvo 10 años drogado, mañana, tarde y noche). Y no olvide que, parafraseando a Wilde, solo lo realmente sagrado merece ser profanado.


Lions in the street and roaming
Dogs in heat, rabid, foaming
A beast caged in the heart of a city
The body of his mother
Rotting in the summer ground.
He fled the town.

He went down South and crossed the border
Left the chaos and disorder
Back there over his shoulder.

One morning he awoke in a green hotel
With a strange creature groaning beside him.
Sweat oozed from its shiny skin.

Is everybody in?
The ceremony is about to begin.


Lions in the street
En
The Celebration of the Lizard
Por James Douglas Morrison




Nota: Este ultimo poemita está en inglés, para no alterar sus sonoridad ni distorsionar su significado. Disfrútelo si conoce este idioma, de lo contrario, avíseme y trataré de enviarle una traducción.